domingo, 15 de agosto de 2010

CON OTRAS PALABRAS


Por : Gustavo Colorado Grisales

Tengo el vicio impune de releer. De todo: desde los clásicos hasta la reseña del último partido de fútbol jugado en una remota aldea de Tanzania. En el ejercicio gozoso de esa manía me encontré un ejemplar de La Tarde, donde el periodista Juan Antonio Ruiz publicó una columna titulada “Lo que cuesta tener un ministro”, fechada el jueves 3 de Junio, es decir, cuatro días después de la primera vuelta de las elecciones que llevaron a Juan Manuel Santos y todo lo que el representa a la presidencia de la república. En el artículo, el columnista hilvana algunas puntadas sobre el cambio vertiginoso en la posición política y en las estrategias de poder de Rodrigo Rivera Salazar, un hombre que, en tiempos de bárbaras naciones, agitó las banderas de la renovación y la pulcritud pero que no tardó, como buen político, en acogerse a las prácticas que un día dijo combatir.
Sin su venia, quiero retomar algunas de las ideas esbozadas por Juan Antonio en su texto, aunque con menos corrección política y ateniéndome más a las definiciones del diccionario de la lengua castellana. En el tercer párrafo de la columna dice: “Quizá su permanencia de un año en Estados Unidos lo convirtió en un ser más pragmático, menos idealista, que piensa más en su proyección y en sus metas personales”. Pues bien, esa noción amañada del pragmatismo es una idea surgida al tenor de las enseñanzas de un hombre llamado John Dewey, que entre otras cosas le dio carta de ciudadanía a la creencia de que el fin justifica los medios, que después a nuestro hombre se le convirtió en una suerte de patente de corso para explicar giros tan retorcidos como el de equiparar el embeleco del “Estado de opinión,” tan caro a los caudillismos y totalitarismos, con la noción de Estado Social de Derecho. En este punto surge la pregunta por el significado de la palabra cinismo, tomada no en el sentido que le dieron los griegos sino en su acepción moderna de indolencia, acomodamiento o desfachatez. Que un “valeroso columnista” y “juicioso constitucionalista” avale tal engendro porque le conviene a él y a sus recién estrenados copartidarios- si tal cosa, un copartidario, existe en la política moderna- lo ubica a mitad de camino entre los cínicos y los pragmáticos.
Sumo y sigo. Más adelante el autor de la columna expresa que “Con pulso de relojero y toda su sapiencia de 12 años como congresista, Rivera se dedicó a aceitar la maquinaria del uribismo…” Vamos con calma, don Juan, que el vocablo sapiencia no es, ni de lejos, sinónimo de marrullería y oportunismo, asuntos que se aprenden de veras en ese universo de intereses creados conocido como política real. Esos mismos intereses que, con seguridad, llevarán a más de uno- tan pragmático y sapiente como el ungido- no a hacer cola sino a menearla para brindarle sus respetos al nuevo ministro. Por lo pronto, quiero contarles que esta columna- la mía, no la de Juan Antonio- lleva el subtítulo de “La caída de un bigote: Breve manual de lagartería o historia de una transfiguración política.” No sobra advertirles que, a su vez, este texto admitirá su propia relectura, ahora que los colombianos parecen haber encontrado un funcionario perfecto para el cargo que en su momento ocupó el recién posesionado presidente de la república.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Cierto totalmente......es asi con parte de su familia...buscan intereses personales, sino averiguen en la UTP que clase de persona es MARIA ELENA RIVERA.....

PandeQueso dijo...

Totalmente de acuerdo, la política está llena de lagartos que no tienen escrúpulos en su conciencia para ganarse las millonadas de salario amén de lo que se roban en contratos y chanchullos.

Samgar dijo...

Soy egresado de Derecho de la Universidad Libre, seccional Pereira. Cuando recuerdo esto y al mismo tiempo que el "pobre" (digo pobre, porque nada más se puede sentir lástima por una "persona" que vende de tal manera sus convicciones y creencias. Es de anotar que no lo hizo por necesidad, pues, no se está muriendo de hambre, en cambio, si lo hizo por avaricia y hambre de poder a toda costa)Rivera también recorrió los mismos pasillos que yo recorrí en mis cinco años de pregrado, siento verdadero repudio y asco. Estos dos últimos sentimientos quisiera alejarlos y dejar de sentirlos en verdad, no van además con mi manera de ser, pero, en este tipo de casos es inevitable que surjan. Trato de menguarlos pensando: "en todo caso, todos somos humanos y nos equivocamos", sin embargo, no sirve esto de mucho.

Ojalá la Facultad lo invitara para homenajear públicamente su cochino ascenso, haciendole venias al actual ministro por su posición y yo me diera cuenta de ello, para tener allí la oportunidad de decirle lo porquito que necesitamos a personas como él en nuestro país.

No sé hasta cuando nos vamos a fijar solo en los logros obtenidos y no en la manera de hacerlo.

Que caro le ha salido llegar al pobre señor Rivera. Qué lástima.

Anónimo dijo...

Es mamon leer en computador un texto con letras blancas y fondo negro.

Anónimo dijo...

Con El señor Rodrigo Rivera en el ministerio de defensa, queda por enterado que Santos continuará la tradición del "todo vale"
Tratandolo de pensar mejor, Rodrigo Rivera en el ministerio de defensa fue el "muchas gracias" de Santos al PIN

OLAVE dijo...

En lo de Rodrigo Rivera hay algo más grave, mucho más grave de fondo: la legitimación del atajo, la cultura de la "picardía", validada por nosotros desde actos tan aparentemente inofensivos como colarse en las filas. Rivera pasará, pero nuestro serio problema de fondo permanecerá hasta que aprendamos a hacernos autocrítica.