martes, 9 de marzo de 2010

A sus espaldas

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Procelitismo armado...al mejor estilo de la URSS, Bagdad y Cuba.
Estan TAAAN preocupados por el pueblo, que le evitan la molestia de marcar el tarjeton.

Unknown dijo...

Luego de ocho años de escándalos sobre los vínculos entre buena parte de la clase política, el narcotráfico y los grupos paramilitares que dejó como saldo investigaciones contra 91 congresistas y doce condenados por la justicia, las elecciones del próximo domingo deberían ser un escenario para superar ese capítulo oscuro de la democracia en Colombia y para que a través del voto libre se rescate parte de la legitimidad perdida del Congreso de la República.

Sin embargo, quien examine los informes de prensa de los últimos meses sobre la dinámica de las campañas electorales y sobre el comportamiento de los candidatos podría desencantarse rápidamente. Anulación de miles de cédulas en puestos de votación que sospechosamente registran la afluencia masivas de nuevos inscritos; cancelación de la personería jurídica a algunos partidos por irregularidades en su proceso de conformación; campañas electorales que exceden de antemano los topes fijados por el Consejo Nacional Electoral; influencia renovada de bandas armadas en algunas regiones en las que aspiran a mantener el control político militar, y presencia renovada de la "vieja política" representada en políticos encarcelados que pretenden extender su poder a través de esposas, hermanos e hijos, son solo algunos de los episodios que anteceden las elecciones al nuevo Congreso.

Colombia tiene, como lo ha señalado el historiador David Bushell, una larga tradición de fraudes electorales, en la que la limpieza de las elecciones siempre ha estado en cuestión. Desde el nacimiento de la república en el siglo XIX, el fraude electoral fue una práctica recurrente asociada al clientelismo político. Bushell menciona algunas de esas modalidades: irregularidades en el registro electoral, depósito de papeletas falsas, abusos en los escrutinios, control espurio de la organización electoral ("el que escruta elige"), compra de votos. Un verdadero repertorio de constreñimiento al elector. Todo esto a pesar de las leyes y normas que castigan penalmente a los responsables de esas conductas y de la infinidad de medidas que se expiden en cada evento de participación electoral con el propósito de contrarrestar la práctica del fraude.

En las elecciones de 2002 se puso en marcha una de las modalidades más repudiables de todas las conocidas: los acuerdos entre las élites políticas regionales y los grupos paramilitares que se acompañaron de asesinatos y de una variedad inusitada de acciones orientadas a impedir el voto libre.

Armando Novoa García. Abogado, ex Presidente de la Comisión Especial Legislativa creada por la Asamblea Constituyente de 1991 y Director del Centro de Estudios Constitucionales-PLURAL.